martes, 15 de julio de 2008

...sinilusión...

La verdad es que ando algo desesperada. Ayer a la mañana me llamaron de la enésima audición, y, como no, de nuevo echaron mi candidatura para atrás. En realidad ya no se que piden, las normas cambian continuamente, y en este mundo por el que vagamos, la ética y la profesionalidad ya no te salvan. Me parece que lo voy a dejar. Llevo tanto tiempo intentando entrar en el cielo, que las piernas me renquean, y tengo la ilusión jubilada. Creo que probaré suerte en el infierno, dicen que al menos allí en invierno no se pasa frío. Ciertamente, es un rollo morir.

...conchas...

La playa amanecía desierta. Solo el leve murmullo de las olas rompía la claridad de un silencio continuo, mientras la inmaculada arena brillaba con los primeros rayos de un sol con tono anaranjado. Un repentino y hondo sonido acabó con la placidez del momento. Precipitándose como una piedra lanzada al vacío apareció un extraño apareto en el aire, que, con la agilidad de una mariposa, lograba posarse sobre las pequeñas dunas que conformaban aquella playa. Dos seres de imposibles siluetas descendían por una metálica rampa a la vez que un pequeño artilugio con apariencia de ser vivo recogía muestras de las diferentes conchas marinas que yacían sobre el terreno. No pasaron más de tres minutos cuando aquel cachivache despegó dejando unas fuertes marcas y un penetrante olor a canela tostada en el borde del mar, a la vez que los gritos de los primeros niños buscando un hueco en la playa empezaban a escucharse a lo lejos.

...gaviotas...

El sol quemaba. Las llagas de los brazos, las de las piernas, todas ellas hacían olvidar cualquier dolor conocido. El fuerte olor a salitre entraba por las fosas nasales hasta el mismísimo cerebro, agujereando la simple idea de poder salir vivos de ahí. Se conocieron en el mismo barco en el que llevaban 15 años pescando juntos y cientos eran las experiencias, malas o buenas que juntos podían recordar. ¿Y ahora, que más daba? Si estaban allí era por algo. Y si nadie había logrado llegar hasta ellos sería porque la providencia no estaba con ellos. Ninguno conocía a ciencia cierta cuantas semanas llevaban a la deriva.

- Ya está la gaviota. - Exclamó George. Otra vez la misma cena de siempre.

...furia...

Sus dientes se veían afilados, nunca antes había sentido tanto placer al acabar con su víctima de esa manera. Sus ojos inyectados en sangre recorrían sin rumbo las cuatro paredes de la habitación, mientras que un nerviosismo descontrolado se adueñaba de sus manos. Temblor, siempre había tenido miedo a temblar. Eso solo podía significar una cosa, un súbito y repentino ataque, como siempre... No podía resistirlo más, pero... ¿Cual era la cura para su enfermedad? Nada podía frenarla ahora, enfilaba su mandíbula hacia su presa como si de un ave rapaz se tratara... Nunca antes una tableta de chocolate le había hecho sentir tanto asco por si misma.

...ella lo hizo...

Con las ideas inusualmente claras, Manuela cogió el hacha, y, lentamente, se acerco a la habitación donde descansaba Paco. La situación se había tornado trágica, aun no entendía como habían llegado a tal extremo pero... Esa cómoda estaba mejor hecha añicos...