viernes, 30 de enero de 2009

...sueño...

Se inclinó con cierto esfuerzo y recogió el libro del suelo. Sin darse cuenta,se había quedado traspuesta mientras veia aquella película que tanto le apasionaba. Esa musica, esas voces tan dulces, la mirada tan tierna de un niño que no tiene nada por lo que luchar... Le encantaba y podría verla cien veces más sin cansarse. Se levantó esperando poder llegar a la cama antes de que el sueño se disipase del todo, no quería pasar otra de esas noches arritmicas, despertándose a todas horas. Se echó sobre su cama y suspiró, a la vez que sonó el telefono. Extrañada, vio que alguien había mandado un mensaje: "Eres increible". Tapo sus hombros altos con el nórdico y sonrió, mientras sus ojos sucumbian al poder de morfeo otra noche más. 


A un coro de cicatrices

miércoles, 21 de enero de 2009

...baja...



...Levantó la cabeza y allí estaba ella; simplemente la miró a los ojos y sintió estremecerse todo su cuerpo. Eso fue suficiente para aflojar el nudo...


A una sonrisa vertical

jueves, 15 de enero de 2009

..regalos..

Veía los aviones pasar desde su ventana. Le gustaba, o al menos eso creía hasta hace 4 días. Cuanta gente iba en esos aparatos, cuantas historias sentadas en cada asiento,  algunos iban lejos, algunos sin rumbo fijo, algunos ni siquiera sabían si volverían, pero todos acababan su viaje, seguramente en algún sitio mejor que aquel. Aquellos días estaban resultando un poco tristes, pero ya faltaba poco.

El irritante pitido de una camioneta en la calle le sacó de sus pensamientos. Se levantó del sofá, se calzó y bajó corriendo al portal: - “¿Dónde coño he dejado el coche?” -. Siempre la misma pregunta, la memoria cada vez iba a peor, aunque los buenos recuerdos siempre quedaban guardados, como si de una copia de seguridad se tratara. Claro, aparcar en ese pueblo no era una buena actividad a realizar cada noche, así que después siempre se pasaba 5 minutos buscando por entre las calles.

Lo encontró. Cubierto de hielo, el invierno estaba resultando bastante mas duro de lo que recordaba desde hacía años. Se acordaba del colegio, cuando tenía ocho, nueve, diez años… cuando nevaba todos los días, y salían del colegio a las 5 con el cielo casi oscuro. Eran buenos años. Se acordaba de la gente de esa época: - “¿Qué habrá sido de ellos?” -. Recordaba a todos con alegría, a unos más que a otros, está claro. Siempre hubo rencillas, siempre hubo envidias recíprocas. Siempre miradas transitivas, y relaciones irregulares. A esa edad, cada día parece una lección de lenguaje de quinto de primaria, pero se recuerda con orgullo y pasión. ¿Quién no volvería?

- “¿Por qué nunca he volado?” -, se preguntó mientras veía pasar otro avión a la vez que arrancaba le coche.

Menudos días estaba pasando. No tenía ganas ni de hablar, ni de comer, solamente pensaba. Esa mañana tenía que comprar los regalos de navidad. Había decidido no hacer como otros años, y simplemente comprarles un perfume a todos. Total, ninguno se iba a gastar nada en él, y solamente quería una cosa. Pero iba a tardar un poco más en tenerla.

El centro comercial estaba a reventar, odiaba esos sitios tan concurridos, sudaba, se ponía nervioso, tenso. Solución, todo de golpe y a casa. – “Olvídate del tema, no merece la pena gastarse el dinero en algo que puedes hacer cualquier día. ¿Por qué la gente no opina que los mejores regalos son los que no se esperan?”

Arrancó el coche y salió disparado hacia casa, tenía prisa, algo le recomía por dentro, y su yo interior le bombardeaba con la idea de que algo bueno le esperaba al final del trayecto. Frunció el ceño y aceleró.

Subió las escaleras hasta el séptimo piso. Sacó las llaves apresuradamente, y cayeron al suelo. Se agachó refunfuñando entre dientes. Las metió, nervioso, en la cerradura, y entró en casa. Corrió a la habitación.

Eran las 15:22 en punto, ni un segundo más, y una pestañita azul parpadeó de repente en su ordenador. Su regalo ya estaba en casa. Se tumbó en el sofá, y miró el avión que pasaba: – “Supongo que ahora si estoy volando.”


Dedicado a un vuelo de vuelta.