martes, 4 de agosto de 2009

..hambre..

Pisó la lata de Aquarius de refilón y tropezó, cayendo sobre el sillón de forma vaga y tosca. Los muelles chirriaron y sus huesos crujieron por el sorpresivo golpe.

– ¡Joder! - resopló-. Eran ya casi 72 horas sin comer, el vacío en el estómago avanzaba hacia la cabeza, y su cuerpo le empezaba a hablar en un idioma mezcla de inanición y desesperación. Intentó alcanzar la puerta de la cocina pero sus anquilosadas articulaciones eran incapaces de sostener el peso muerto de sus miembros, rémoras de su existencia . Solo quedaba una solución, y lo sabía.

Lloró.

Mientras, sus dientes desgarraban el primero de lo que iba a ser un gran festín de dedos.

..miradasperdidas..

Odio los viajes en el metro, rodeado de cientos de desconocidos, siempre acompañado por un olor extraño, mezcla de sudor y decadencia. Caras cortadas por la rutina, gestos de derrota y miradas completamente desvanecidas. Zombis, eso es lo que parecen, mientras unos intentan persuadirse a si mismos ocultando su realidad tras las cubiertas de algún libro releído hasta la saciedad. Los más jóvenes construyen su mundo imaginario con las notas que salen de sus mp3 machacados por el uso, zapatos con las suelas agrietadas por las maratones entre la salida del metro y la oficina de viejos ejecutivos de treinta años. Son viajes que ocasionalmente se salvan por la presencia de una chica en desconcierto sentada en el asiento de enfrente, con la mirada perdida en tus ojos, pero por casualidad. Ensimismada en su propia historia, la estaticidad de sus pupilas es el único gesto humano entre tanto cuerpo esclavo del ocaso del día, pero que desaparece en la segunda parada. Como todos los días. Hoy volveré a echarte de menos, hasta que mañana me mires sin querer de nuevo.