sábado, 16 de febrero de 2008

...cojeando...

Cojeando, me esforcé por alcanzar la fila de niños que regresaban del recreo. Mi objetivo se antojaba inalcanzable, y no quedaba tiempo. Me sentía incapaz de acabar lo que ellos llamaban misión y yo entendía como fraude. ¿Quién me mandaría aceptar este trabajo? Si cualquiera de esos niños se parase y me mirase a los ojos, pensaría: “¿Por qué el hijo del dentista va disfrazado de caramelo gigante?”. Yo tampoco lo entendía, pero necesitaba el dinero.

sábado, 2 de febrero de 2008

163

Se miró de nuevo en el espejo. Pasaban las semanas y la huella de la distancia hacia mella en sus orbitas oculares, tornadas en un gris desvanecido. Con lágrimas en los ojos, dejó caer su cuerpo sobre el sofá de cuero envejecido. Cogió el libro y soplando levemente retiró el polvo de la portada. Cuidadosamente lo abrió por las páginas centrales y buscó. Juraría que había visto esa sudadera de lunares en alguna parte.